viernes, 19 de diciembre de 2014

Contra la Universidad: burricie y clasismo

Artículo de José Luis Trasobares en El Periódico de Aragón (13-12-2014):
 
Las noticias relativas a las dificultades financieras de la Universidad de Zaragoza ha provocado el sádico regocijo de algunos. Si el Gobierno autónomo no paga ni lo que tiene comprometido, si los nuevos centros no se pueden construir, si los antiguos se desmoronan, si no hay forma de nombrar nuevos profesores titulares, si ya no es posible cambiar las bombillas fundidas... quienes detestan la Academia y lo que ésta significa se felicitan y proclaman que ya era hora de meter en vereda a los inútiles que, según su opinion, vegetan en los campus. No es casualidad que los comunicadores reaccionarios hablen de la casta universitaria cuando quieren meterle caña a Podemos. La España negra viene de una tradición ajena a la ciencia y al conocimiento en general, desconfía siempre de los literatos y aborrece a los artistas. En una mezcla perfecta de burricie y de clasismo, ese reflejo está incrustado en los genes de ciertos individuos. "¡Muera la intelectualidad traidora!", le gritó Millán Astray a Unamuno (y eso que el entonces rector de Salamanca casi era de los suyos).
La burricie se destapa tal cual es cada vez que alguien desprecia no solo a la universidad (la pública, se comprende) sino a sus titulados más accesibles: médicos del Salud, abogados del turno de oficio, maestros, profesores de instituto... Siempre hay alguien dispuesto a considerarlos unos vagos bien pagaos. ¿Bien pagaos? Un catedrático de la Universidad de Zaragoza que trabaje a tiempo completo sale por unos tres mil y pico euros brutos al mes; un profesor asociado no suele superar los 600 euros.
Hay más. Para buena parte de las clases altas (y sus asimilados ideológicos) la universidad, al masificarse, se ha convertido en un factor de movilidad social intolerable. Si cualquiera tiene carrera, se rompe la exclusividad de antaño, que reservaba los estudios superiores a los hijos de las familias pudientes. Por eso la gente bien no solo justifica e incluso celebra la asfixia económica de la institución, sino el hecho de que sus graduados ya no encuentren trabajo, deban venderse por cuatro chavos o hayan de emigrar. ¡Que se jodan!, dijo aquella.

domingo, 14 de diciembre de 2014

¿La crisis ha terminado?

El 26 de enero de 2014 publicamos este artículo de Concha Caballero (Baena, Córdoba, 1956), licenciada en Filología Hispánica y profesora de Literatura en un instituto público. Ante el bombardeo mediático oficial que en estos días recibimos, parece oportuno releerla:

Cuando termine la recesión habremos perdido 30 años en derechos y salarios...
Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas.
Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis del reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa -mitad realidad, mitad ficción-, cuyo origen es difícil de descifrar pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30 años en derechos y en salarios.
Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida;cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la desesperación, ENTONCES LA CRISIS HABRÁ TERMINADO.
Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas y se haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los estudiantes sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud se compre y no se ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca al de nuestra cuenta bancaria; cuando nos cobren por cada servicio, por cada derecho, por cada
prestación; cuando las pensiones sean tardías y rácanas, cuando nos convenzan de que necesitamos seguros privados para garantizar nuestras vidas, ENTONCES SE HABRÁ ACABADO LA CRISIS.
Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a la baja de toda la estructura social y todos -excepto la cúpula puesta cuidadosamente a salvo en cada sector-, pisemos los charcos de la escasez o sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda; cuando nos hayamos cansado de confrontarnos unos con otros y se hayan roto todos los puentes de la solidaridad, ENTONCES NOS ANUNCIARÁN QUE LA CRISIS HA TERMINADO.
Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje social solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las normas, la duración de los combates, la estrategia a seguir y las condiciones del armisticio.
Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría nuevamente en disputa.
De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han ganado 30 años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al nuevo marco
social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco menos de gasto público por allá y "voilà!": su obra estará concluida. Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero nuestras vidas hayan retrocedido hasta finales de los años setenta, decretarán el fin de la crisis y escucharemos por la radio las últimas condiciones de nuestra rendición.