Texto publicado en el blog de Ángel Petisme hace algunos años, que vuelve a estar de actualidad:
Somos un
grupo de docentes de todos los niveles educativos que estamos muy
preocupados por el bajo nivel cultural en nuestra sociedad, los altos
índices de fracaso escolar y la proliferación de telebasura. Para salir de
esta situación queremos traspasar los muros de las escuelas, los
institutos y las universidades, llevando la cultura y la educación a
ámbitos en los que hasta la fecha hemos estado ausentes, en los que
nuestra dejadez ha privado a muchos ciudadanos del derecho universal a la
cultura.
Como primer paso, queremos llegar a un acuerdo con las autoridades
eclesiásticas para que nos cedan un diez por ciento del tiempo de las
misas con el fin de que profesores especialistas en las distintas
disciplinas puedan llegar más fácilmente a los creyentes mediante breves
intervenciones didácticas. Estamos estudiando cuál sería el momento idóneo
para insertar en las misas contenidos científicos y culturales, tal vez
inmediatamente después de la consagración o justo antes del Padre Nuestro.
Está claro que algunos feligreses podrían, con razón, objetar que ellos no
tienen porqué aumentar sus conocimientos ni su cultura, ya que acuden a
misa con el sólo fin de orar y escuchar la palabra de Dios.
Para solucionar este problema, y aunque pudiera parecer inconstitucional, a la
entrada a la iglesia les haríamos rellenar un formulario para que
manifestaran su preferencia por la religión o la cultura. Una vez
identificadas estas personas, podrían abandonar en el momento adecuado la
nave principal de la iglesia y reunirse en las capillas laterales, la
cripta o el salón parroquial. Con el fin de evitar agravios, estas
personas podrían recibir durante ese rato charlas de carácter no cultural
ni educativo pero muy relacionadas con los contenidos que se estén
impartiendo en ese momento al resto de los fieles desde el altar. Por
ejemplo, los feligreses que no quieran repasar la tabla periódica,
estudiarán los efectos perniciosos de los colorantes alimentarios, los que
no quieran hacer ejercicios de educación física podrán ver un documental
sobre la obesidad, y los que no quieran repasar los verbos irregulares
ingleses podrían estudiar estadísticas sobre la importancia de hablar
idiomas en el mundo moderno.
Los obispos nos han adelantado que no habría problema en computar el tiempo de
cualquiera de estas actividades como tiempo equiparable al dedicado a
escuchar la palabra de Dios, a la oración, a la contemplación, la
penitencia o a la caridad y en ningún caso podrá discriminarse el acceso a
la salvación eterna a los fieles en razón de sus preferencias religiosas o
educativas.
Tampoco han puesto la más mínima objeción a la aparente contradicción derivada de que el contenido de las misas esté basado en la fe y las creencias, en
contraste con la naturaleza científica y académica de los contenidos que
habitualmente impartimos en las aulas. En un primer momento, las clases se
impartirían sólo durante las misas obligatorias de los domingos y fiestas
de guardar, para más adelante extenderse a otros actos religiosos de
asistencia no obligatoria como bautizos, bodas, comuniones, funerales,
ejercicios espirituales, ordenaciones sacerdotales e incluso ceremonias de
canonización o beatificación. Pero, ¿de
dónde saldría el dinero para pagar al profesorado que trabaje los
domingos? Sin duda alguna de los donativos que los fieles depositan en los
cepillos, del porcentaje de impuestos destinados al sostenimiento de
la Iglesia Católica o, en
general, de los presupuestos de la Iglesia. Para garantizar la calidad de
las enseñanzas impartidas, nuestra asociación gestionaría directamente el
dinero aportado por
la Iglesia
y con él contrataría a profesores de sólida formación pedagógica y
científica que se encargarían de impartir las clases durante las misas.
Naturalmente, dado el carácter eminentemente laico de las clases, no
dudaríamos en despedir fulminantemente a aquellos profesores que no
mantuvieran una coherencia laica entre su vida profesional y personal
haciendo cosas como casarse por la iglesia, acudir a misa semanalmente o
participar en cualquier tipo de actos religiosos.
Finalmente, llevaremos nuestras negociaciones hasta el mismo Vaticano, con
cuyas autoridades firmaríamos un concordato que garantizara la continuidad
de nuestra noble tarea docente en las iglesias durante los años venideros.
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